La ironía como estrategia para aplacar la crítica

Hace algunos meses leí una noticia en una publicación en línea sobre la “polémica” desatada por la telenovela Colombiana “Chepe Fortuna” en Venezuela. En la noticia se reportaba con un poco de escándalo que en Venezuela se estuviera considerando la censura de dicha telenovela por la representación irrespetuosa que allí se hacía de ese país y de su presidente Hugo Chávez. La orden de suspensión de la telenovela se dió en enero del 2011, y los argumentos citados por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones de Venezuela (Conatel) incluyen que Chepe Fortuna “incita a la intoleracia política y racial”, que es una apología al delito, que utiliza sátiras de carácter denigrante en contra de Venezuela y su presidente, y que presenta una clara “manipulación del guión para desmoralizar a la población venezolana” (semana). La noticia de una “nueva censura” en Venezuela llamó la atención de la prensa local e internacional por las obvias razones políticas que interesan a los medios conservadores y que no me conciernen aquí. Lo que me interesa aquí es la manera cómo la ironía y la hipérbole son blandidas como armas todo poderosas en contra de la crítica, y en este respecto la telenovela en cuestión es un caso ejemplar tanto en el aspecto político como en el de género.

“Chepe Fortuna” pasa en la televisión Colombiana desde mediados del 2010. La historia es tipicamente telenovelesca. Se trata del amor difícil entre un hombre y una mujer de clases sociales radicalmente opuestas. Ella, Niña Cabrales, viene de una de las más poderosas familias del pueblo costero donde la historia se desarrolla y él, el personaje epónimo de la telenovela, es un humilde pescador de uno de los barrios más desfavorecidos de la misma ciudad. La historia tiene un principio y tendrá un final, y entre los dos se extiende un medio infinitamente expandible, que como dice un crítico cuyo nombre no recuerdo es una de las características principales del género. Niña y Chepe son los nodos centrales de dos distintas redes sociales que se interconectan. A estas redes pertenecen los personajes de Colombia y Venezuela, dos hermanas originarias del barrio El Tiburón, que es el barrio de Chepe, y antagonistas. Si bien ambas son de origen humilde, Venezuela es de un arribismo exacerbado que raya con la locura. A Venezuela le fueron asignadas características meticulosas que hacen de ella la personificación de lo detestable dentro de una cultura que por rezagos coloniales, entre otras cosas, considera a la mujer blanca, esbelta, y de clase media-alta, la norma. Así, aunque Venezuela gorda, negra, pobre e inculta, revindica con soberbia una identidad de mujer de clase alta, blanca, delgada y educada, y está dispuesta a todo para lograr establecerce como tal ante los ojos de los demás. Otra de las características de Venezuela es que durante la primera parte de la telenovela tiene un perrito cuyo nombre, casualmente, es Huguito. Entonces Huguito es, como un amigo de Venezuela llamado Moisés le explica a un incauto personaje en algún momento, “el perro de Venezuela”. En uno de los episodios Moisés pierde a Huguito en la playa y se ve en la dura tarea de informar a Venezuela de la tragedia. Venezuela toma mal la noticia y Moisés, para tratar de consolarla cuando ella se deshace en llanto preguntándose “qué va a ser de Venezuela sin su Huguito”, éste retoca con prontitud: “vas a ser libre Venezuela porque Huguito ultimamente vivía poposiándose por todas partes, metiéndose en la casa de todo el mundo, haciéndote quedar mal” (escena de Huguito).

A Hugo Chávez, el presidente en ejercicio de Venezuela, el episodio no le pareció chistoso y se ofendió. De anacrónico e insofisticado lo tildarán algunos por no captar el humor de la alegoría pues Miguel Angel Baquero, productor y libretista de la telenovela, argumentó que nunca se tuvo la intención de ofender a nadie y que “Chepe Fortuna” no es más que  “una comedia costumbrista que lo único que pretende es divertir al pueblo y mostrar cómo en la Costa colombiana el sentido del humor de los costeños da para que dos hermanas se llamen ‘Venezuela’ y ‘Colombia'” (wikipedia).

El episodio en torno a Huguito y Venezuela puede leerse respecto a cuatro aspectos: 1) el discurso del texto en sí mismo; 2) la reacción de Hugo Chávez y de Conatel; 3) la justificación de los productores y libretistas de “Chepe Fortuna”; y 4) las razones de la difusión mediática de la reacción en Venezuela. Cada uno de estos cuatro aspectos tiene un vínculo preciso con la ironía.

Bajo toda evidencia, el discurso de “Chepe Fortuna” en el momento de transmisión del episodio en cuestión se inscribe dentro del discurso reinante en Colombia durante los  años de presidencia de Alvaro Uribe.  Aún sin estar bombardeada a diario por la difusión mediática de las tensas relaciones entre Chávez y Uribe, traducidas en serias tensiones  diplomáticas, económicas y de seguridad entre los dos países, me enteré a través del web del odio encarnado que el presidente de Colombia, con su perturbador carisma mesiánico, diseminó en el pueblo colombiano hacia su homólogo venezolano. La caracterización de Venezuela en la telenovela es una más que obvia referencia al país vecino, y el episodio de Huguito no es fruto de la emergencia espontánea sino que sigue líneas ideológicas claramente definidas y tiene propósitos fijos: tomar partido entre la pelea político-personal entre Uribe y Chávez. El insulto a Chávez es más que explícito. Huguito no sólo es “el perro de Venezuela”, es además un píncher, una raza conocida por buscar pelea sin cesar incluso contra perros más grandes, cuyo nombre es el diminutivo del nombre del presidente de Venezuela. El mensaje político no es menos claro, puesto que Huguito no deja de meterse en el patio de los vecinos y de hacer “cagadas”, comportamientos estos que van en detrimento de la imagen de Venezuela. Parece evidente que lo que busca el episodio es encontrar eco en el público sobre la toma de posición política a través de la ironía y del “humor”.

Dentro del paradigma postmoderno contemporáneo, resulta anacrónico ofenderse por gestos o representaciones que efectivamente son ofensivos, y la respuesta de Baquero ante las quejas de Chávez y Conatel ponen en evidencia este hecho. Baquero se justifica diciendo, como se citó más arriba, que la telenovela es una “comedia” cuya única finalidad es divertir al pueblo. La dimensión política es entonces desmontada con el arma de la ironía y el efecto secundario del blandimiento de tal arma abre las puertas a un nuevo doble ataque. Primero, si Hugo Chávez se siente ofendido es porque, como la caracterización de  Venezuela lo recalca en cada capítulo, es tan inculto e insofisticado que no logra captar la ironía. (Nótese además que tal insofisticación de la parte del presidente da una legitimación suplementaria a la precisa representación de Venezuela en la telenovela como inculta e insofisticada). Segundo — y es aquí donde los medios saltan oportunamente a difundir la noticia — una posibilidad de censura, y la subsecuente censura de la telenovela en el país vecino da pie a reforzar la imagen dictatorial de Hugo Chávez que tanto sirvió al régimen de Uribe para desligitimizarlo. La ironía entonces permea a “Chepe Fortuna” en tanto que texto cultural; es blandida por Baquero como excusa para la toma de posición política respecto a Venezuela y su presidente; y, adicionalente,  sirve como herramienta — tanto a los libretistas como a los medios de comunicación — para desacreditar a Chávez por ser persona anacrónica e insofisticada, además de mandatario dictatorial.

Este episodio es un episodio aislado en “Chepe Fortuna”, y aunque Venezuela continúa teniendo un rol protagónico a lo largo de ésta, la desaparición de Huguito quita de foco la situación política entre los dos países. Lo que no es aislado, sin embargo, es la manera como esta misma ironía es usada en las representaciones de género en la telenovela, ironía a la cual se une otra figura retórica ampliamente utilizada para acallar la crítica: la hipérbole.

Un análisis exhaustivo de las representaciónes de género en “Chepe Fortuna” sería largo y dispendioso para una entrada en un blog, así es que me dedicaré a explorar someramente algunas generalidades sobre un punto preciso, el machismo, y dejaré otros aspectos importantes tales como agencia y femininidad y roles femeninos para una futura entrada.

El machismo es crónico en esta telenovela y no me sorprendería en lo absoluto si al cuestionar a Baquero y compañía sobre este aspecto en particular la respuesta fuera que “Chepe Fortuna” es una comedia costumbrista y que dado que el machismo es una característica inherente a la idiosincrasia costeña, pues no podía faltar. Puesto que el número de meros machos en “Chepe Fortuna” está fuera de toda proporción, y que el nivel de machismo asignado como característico de cada uno de estos personajes es aún más elevado que esta proporción desproporcionada, me concentraré en un sólo personaje: el paisa Francisco Antonio.

Todos los razgos característicos de Francisco Antonio, desde el nombre mismo hasta unos mocasines como grises que se pone sin medias en algún capítulo, pasando por el bigote, el acento, el vocabulario y la gestualidad, son exagerados in extremis. Puesto que el machismo que es una de sus características emblemáticas, no podía ser la excepción. Así es que Francisco Antonio es el epítome del macho (al escribir esto me retuerzo en mi silla acordándome de otros personajes dignos de tal designación: Bruno, Aníbal, Memo), un macho a todo dar que se obsesiona con Milagros, una de las primas hermanas de Niña. Milagritos, o señorita Milagros como él la llama al principio, es una mujer atrofiada — pues tiene la apariencia física y el desarrollo mental de una niña de doce años a pesar sus dieciocho — que en la primera parte de la novela aparece como destinada por su madre y su abuela al convento. Así es que Milagritos es monja y este hecho despierta en Francisco Antonio una lascivia desmedida.

Por vueltas de la historia Milagros deja el convento y Francisco Antonio que sueña sin descanso con la inocencia y virginidad de Milagros se lanza a la conquista. Pero ella no está interesada, pues previamente se había enamorado de un chico apodado Chipichipi. Como la historia la enredan a más no poder por motivos mercantilistas, Milagros y Chipichipi se separan, y en una ocasión Milagros se va a un festival vallenato, y Francisco, encomendado por la familia de ella, va a buscarla. Francisco la embolata, la emborracha y la invita al restaurante del hotel más prestigioso de la ciudad. Allí le pone una droga en un coctel y mientras ella se lo va tomando en toda inocencia él va a la recepción del hotel a reservar un cuarto. Aquí me veré obligada a entrar en detalles de lo que pasa y se dice pues se trata de elementos importantes que ponen de relieve el rol de la hipérbole en la construcción de este personaje.

En el momento de concluir el asunto del cuarto con la recepcionista, Francisco con ojos y sonrisa pícaros la invita a tomarse un coctel con él un día de estos y trata de persuadirla de que acepte. Se aleja de la recepción y en voz alta se pregunta si “será que ya hizo efecto el polvito mágico” que le echó en el trago a Milagros, a lo que él mismo responde diciendose que “claro” que “ese polvito nunca [le] ha fallado … eh ave maría … y nunca es nunca” (Francisco Antonio). El hecho de que el tipajo éste concluya el alquiler del cuarto en el cual piensa violar a Milagros con una invitación a la recepcionista a tomarse un coctel con él, implica, primero, que su táctica de seducción es la de invitar a las mujeres a tomar un coctel para drogarlas y subsecuentemente violarlas; segundo, que a pesar de estar en la antesala de consumar el acto con Milagros, es tan cínico que se pone a coquetear y a seducir a otra mujer.  “La tapa’el congolo” es, sin embargo, la respuesta a la pregunta sobre el efecto del “polvito mágico”, pues que el polvito nunca le falle quiere decir que Francisco Antonio es de hecho un violador consumado que ademas se regocija con sus acciones. Una vez Francisco Antonio regresa donde Milagros la encuentra desplomada encima de la mesa y cogiéndole la mano para tantear su grado de adormecimiento profiere el magnífico cumplido de “usté se ve tan linda indefensa” (minuto  06:41 en el video arriba). Lo que sigue debe resumirse rápidamente. Francisco Antonio viola a Milagros, ella queda en embarazo y termina casándose con él. Sin embargo, Francisco Antonio no se entera del embarazo de Milagros sino hasta después del matrimonio cuando ella lo llama a la oficina a anunciarle la noticia, y es aquí donde el cinismo de este personaje alcanza su paroxismo último. Ante la noticia de Milagros, Francisco Antonio se sorprende y le pregunta si de verdad está esperando un hijo. Milagros responde con la afirmativa y el remata con “y es mio?”, a lo que ella replica con sumisión infinita con un “¿y de quién más Francisco?” (la noticia del embarazo01:24).

Como es evidenciado en los apartes presentados aquí, el machismo de Francisco Antonio es de un exceso subido, es la exageración de la hipérbole, trasciende los límites de lo imaginable y es justamente por eso que la única lectura que permite es la de la ironía. Y una vez más ésta aplaca la crítica, porque lo que se busca con la ironía es el humor. Muy probablemente — en resonancia con la reacción de los libretistas a la reacción de Chávez y Conatel al episodio de Huguito — una queja respecto al exacerbado machismo en “Chepe Fortuna” merecería a quien la ponga la acusación de mermada(o) intelectualmente, carente de sentido del humor o  feminista radical, pues nada más insultante en el imaginario popular que tal epíteto. Subsecuentemente se despacharía a esta persona hipotética con un simple “si no lo gusta la telenovela pues no la vea” porque aquí, ante todo, se defiende la libertad de expresión.

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